Descripción
Angélica Santa Olaya plantea un conflicto existencial verdaderamente interesante en la inquietante figura de Dios. La propuesta es que el lector mantenga el equilibrio emocional ante el horror, ante el terror de esas cosas de la vida íntima y cotidiana que no nos atrevemos a expresar. Es parte importante de la escritura de la minificción reflejar aspectos fundamentales de la condición humana y esa es, también, la moción en estos textos donde la tercera persona es el ojo omnisciente de Dios mirando nuestros miedos al filo del bien y del mal. La autora, al final, nos deja cuestionándonos: ¿qué nos puede salvar de nuestra propia sombra? Angélica Santa Olaya sabe que tiene algo entrañable que decir, y lo sabe decir muy bien. AGUSTÍN MONSREAL
Funambulista y microrrelatista. Ambos caminan sobre la cuerda floja, ambos gravitan sobre un delicado y necesario equilibrio, una respiración de más, una duda y el funambulista cae sin pausa. Una palabra de más, una frase mal construida, excesiva dependencia de una intertextualidad, y el microrrelatista sucumbe al abismo. Riesgo, vértigo, perseverancia, concentración, levedad, técnica y esfuerzo, son algunas de las exigencias que podrían ser compatibles entre el funambulismo y la brevedad. Angélica Santa Olaya se desplaza, desde hace muchos años, sobre la cuerda tensa y seductora de la escritura de microficción. Microrrelatos que contienen una fuerte carga lírica, imágenes poéticas que conversan con la historia, el arte y la literatura. Esto es natural y lógico, porque Santa Olaya es una poeta y la poesía, según muchos especialistas, es prima hermana de la minificción. He aquí una muestra de una escritora funambulista que no le teme al riesgo, al abismo; que no pierde el equilibrio y cruza valiente el cable que
atraviesa su obra.
KATHY SERRANO
Eterno Femening Ediciones
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