“Escritoras Mexicanas usarán la poesía como denuncia” en Reporte Índigo
“Camelia Rosío Moreno: orgullo jerecuarense en el mundo de las letras” en Periódico Correo
“Los platos que no hemos roto” de Andrea Camarelli Papatryphonos
Por Guadalupe Vera
Pocos libros arrebatan una venda de ceguera que nos fue puesta desde el nacimiento y que, a través de nuestras vivencias y memorias, esa tela se fue engrosando hasta que nos impidió cualquier paso de luz. Día a día, la ceguera consumió todas las realidades hasta que, desde muy pequeños, y lejos del asombro ajeno, cometimos juicios rápidos, limitantes e hirientes, hacia un género en específico, como si el mismo fuera de “segunda categoría”. Sí, aun en nuestros días seguimos normalizando la violencia en contra de las mujeres.
Es cierto, la primera célula enferma es la familia, pero cuándo crecemos entramos a un círculo que se encuentra más convaleciente: la sociedad.
Los estereotipos y juicios que vamos cargando como individuos son inmensurables, pero existe una verdad que todos debemos concientizar, y es que las mujeres son las que deben de soportar más peso, mas juicio, más odio, más expectativas y también más peligros, sin ignorar, por supuesto a los feminicidios.
Sabemos que han existido avances en lograr una equidad entre los géneros, pero el conocimiento nos ayudará a entender que todavía tenemos un camino largo y sopesado que arar para poder evolucionar como una sociedad sana.
Andrea Camarelli, la autora de este libro, no sólo explica la teoría feminista, sino que logra complementarla. En un lenguaje libre, coloquial y analítico explica de una manera ligera, la desigualdad de género que muchos no habíamos observado ni analizado, hasta que ella con sus líneas, nos quita la venda gruesa que cegaba y nos enfrenta con una realidad vivencial para exigir un cambio.
Todos hablamos de feminismo, pero no podemos entender en qué contexto o realidad nos encontramos situados, hasta que cuestionamos nuestra propia realidad, o bien, la posible o carente burbuja de privilegios en que nos encontramos. Experimentamos muchas realidades, pero un común denominador, la violencia consensuada de la que todos hemos sido cómplices.
Nuestra autora fue demandada por divorcio incausado y desde ese momento hizo fila en la antesala del infierno de los juzgados familiares en México. Era claro que las partes querían el divorcio, pero dentro de un sistema patriarcal, los bienes y la custodia no son asuntos menores. Es un hecho, que quién económicamente se encuentra en ventaja dentro de este sistema patriarcal, no sufrirá tantas penurias, en cambio, las mujeres difícilmente lograrán concretar un buen acuerdo o una sentencia justa. Es ahí donde Camarelli, con el deseo de entender el proceso jurídico en el que se encontraba y los porqués de las desventajas evidentes, quiso investigar las razones de fondo por las cuáles es tan difícil que las mujeres que, preponderantemente cuidan del hogar y de sus hijos, logren obtener una sentencia justa.
En esta obra de ensayo, perfectamente bien llevado, la escritora nos sumerge durante nueve capítulos al camino de desvalorización, desde la niña en el útero, pasando por las desventajas de las cuales es víctima desde el nacimiento, hasta convertirla en una mujer obligada a cumplir con estereotipos ajenos a ella. Posteriormente, nos presenta un análisis de las diferentes etapas del desarrollo de la mujer, la estructura social de la que somos parte y el funcionamiento final de nuestro género dentro de una sociedad enferma.
Camarelli, no conforme a los análisis anteriores, entra a la psique del perfecto narcisista, enfrentándonos con los múltiples violentadores que acechan, sin tener consciencia de sus actos y cómo utilizan la manipulación como una herramienta eficaz e infalible para obtener el dominio de una relación, utilizando como secuaces fieles a los medios de comunicación, la peligrosa asimilación del amor romántico y la codependencia.
En fin, he aquí el inicio de una obra feminista que deben de leer todos los géneros y, me es grato anunciarles, que nos encontramos bajo una ópera prima que nos dejará maravillados y, estoy segura, que compartirán mi emoción para una segunda obra que ayudará a las mujeres a entender un poco más lo que les espera en un juicio de divorcio. Los invito desde ya a estar pendientes para adentrarnos a esa secuela.
Me he encontrado con un libro sorprendente que desmenuza la realidad de los múltiples escenarios secundarios en los que nos encontramos las mujeres. La fortaleza de este libro es que no intenta que seamos vistas como victimas buscando atención, sino que nos invita a la consciencia colectiva, para que de manera conjunta podamos lograr un cambio.
Siéntanse cómodos, que este recorrido va a ser inolvidable, acompáñenos a descubrir de lo que se nos ha acusado y juzgado erróneamente, es decir, de Los platos que no hemos roto.

“El viaje del viento”, novela de Tania Molina
Por Guadalupe Vera
“Antes de partir debemos recoger nuestros pasos”. ¿Cuántas veces hemos escuchado esa frase, sobre todo de los ancianos sabios? Definitivamente, no es una oración aislada, se ha convertido en un decreto. No sabemos cómo nos las ingeniaremos para recorrer nuestro andar cuando llegue el momento. Quizás sea una reacción instintiva, pero dentro de la bella narrativa de esta obra literaria, nos es sencillo acompañar, imaginar y visualizar, entre líneas, qué fue lo que vivió Horacio, uno de nuestros personajes principales, al recorrer junto con él las vivencias de sus antepasados, mismas que llevaba en la memoria, en la sangre y en las consecuencias de sus actos irracionales. He aquí, querido lector, un anecdotario vivencial que nos otorga conocimientos ancestrales, leyendas y la certeza de que no partiremos solos en ese recorrido final, sino que nos acompañará el viento.
Se sabe por diversos testimonios que, segundos antes de morir, nuestra vida pasa justo frente a nuestros ojos, en un espacio de la mente adormecida y visualizaremos memorias guardadas en un sueño silencioso que esperó a ser remembrado hasta ese momento, que sería el “último”.
Nuestra autora, en su narrativa, se hace acompañar del recorrido de personajes que se adentran en nuestra mente, de elementos surreales que, al parecer, todos compartimos en nuestra esencia, ya sea por remembranzas, por memoria colectiva o porque era un legado de nuestros antepasados abandonado en nuestra esencia para que no repitiéramos las mismas conductas. Ahí, en ese recorrido bellamente narrado con visitas a otros planos que permanecieron mudos en los ecos de la mente, nos permite acompañar y aceptar que a nosotros también nos llegará el día en que se abrirán las ventanas clausuradas de la mente y desearemos unirnos, junto con nuestras memorias, a un todo.
Tania Molina, durante cinco capítulos, nos lleva a través del recorrido de dos mundos y experiencias que sobre todo Horacio y su esposa Rosalba deben de compartir entre costumbres, creencias, maldiciones y la irrealidad que se hilvana durante el recorrido de la vida. Una sin otra, la realidad e irrealidad se vuelven secas, aburridas; sin embargo, al fluir entre los pasos de un México mágico, se complementan, son consecuencia de cambio y siempre de aprendizaje.
Horacio es un hombre de palabra que sabe trabajar, ha llorado cinco veces en su vida y han sido suficientes para saber cambiar el rumbo y también aceptarlo y rendirse, pero llega el día en que la neblina del pasado aparece para recordarle que existen aún recorridos que lo invitan a continuar, igual que a su antepasado Lauro, por otros senderos. Así, se encuentra con el momento en que las ventanas y las puertas de la mente se abren y dejan escapar la neblina que todos llevamos en los ojos. Es posible que se empareje una puerta para nosotros e identifiquemos miradas que creíamos haber olvidado. Dice Tania que es muy probable que nos sintamos como en casa, como la verdadera, aquella que alguna vez abandonamos y no recordábamos. Hay que estar atentos, pues el susurro del viento fiel, acompañante de nuestro recorrido, nos recibirá. Si ponemos atención es muy probable que lo escuchemos decir “¡Bienvenido a Blanca Peña!”.
Querido lector, sé tú también un fiel huésped de estas letras, créeme que desearás guardarlas en alguna ventana de tu memoria.
